*En un rincón de la vieja ciudad de Xalapa un parque dedicado a quien nació con la luna de plata, con alma de pirata, rumbero y jarocho
Javier Salas Hernández
Xalapa, Ver.- Si no puede iluminar su silueta enclenque, el farolito mucho menos alumbra las calles desiertas, pero ahí está, junto a él, que toma un descanso sosteniendo en su diestra el cigarrillo que a la postre arrebató su vida a los 73 años por una insuficiencia cardiaca causada por enfisema pulmonar.
El farolito ha quedado inmortalizado en una de las más de 700 canciones que compuso, ese farolito que alumbraba apenas su calle desierta y que muchas veces lo vio llorando llamar a su puerta, tal parece que le devuelve el favor a su creador, Agustín Lara. Atrás de él, no uno, sino tres farolitos lo cuidan.
Es el Parque El Farolito, uno de los espacios públicos rescatados en 2016, ahora yace solo, únicamente acompañado por el Flaco de Oro que consume lentamente el cigarrillo para que al terminar se vuelva al piano a tratar componer una nueva canción.
Ahí está, en la contra esquina de las calles José Azueta y Colegio Militar, habilitado para que los transeúntes puedan tomar un descanso y recordar al cantautor, que nació en Tlacotalpan, dicen algunos; otros aseguran que fue en la Ciudad de México, y los pocos, que vio la primera luz en Puebla.
Lo cierto es que la capital del estado cuenta con un parque público dedicado a quien nació con la luna de plata, con alma de pirata, rumbero y jarocho.
La estatua en piedra, tallada por el escultor Héctor Cabañas luce un poco descuidada, pero no en las mismas condiciones en las que se encontraba hace más de 7 años. Aunque despostilladla con machones blancos que lo hacen lucir más viejo.
Lo que si resalta es la cicatriz en la mejilla izquierda, luego de una herida producida por una botella rota tras un golpe de una corista llamada Estrella.
Ahora, el Flaco de Oro luce pensativo, tal vez añorando a uno de sus más preciados amores, María Félix, la Doña, la Diva del cine mexicano; o tal vez, pensando en su Veracruz querido, al que algún día a sus playas lejanas tendrá que volver.